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Historia del libro en el Continente Americano




Introducción

Los códices Mexicanos

Antonio de Espinosa

Las misiones Jesuíticas

Bibliografía


Los Códices Mexicanos

La historia del libro en Hispanoamérica no comienza ni mucho menos, con la llegada de los españoles. Los mayas, olmecas, mixtecos, toltecas y aztecas contaron con su propia cultura y escritura mucho antes de la conquista. Quizás la cultura que mas nos llama la atención es la de los Mayas que a pesar de contar con un texto fundamental como el de la “Relación de las cosas de Yucatán” (1566) considerado “la piedra Rosetta Maya”, resulta difícil completar su desciframiento.


wikipedia codex borbonicus

Tenían sus propias escuelas, con cantos dirigidos a los dioses, la historia o la astronomía que han llegado a nosotros y conocemos como códices hispanoamericanos. Algunos se llaman con el nombre de su poseedor o su descubridor y se conservan unos 500 de los cuales una veintena proceden del periodo prehispánico y que se encuentran dispersos por muchos países. Así tenemos en Dresde el códice Dresde o en el Vaticano el Códice Vaticano. Por su lugar de origen proviene el Códice Azoyu y relacionados con su propietario tenemos el Códice Borgia o Borbónico y la mayoría llegaron al contienente traidos por los primeros conquistadores como parte del botín capturado.

Con la llegada de los españoles, traen de la mano el invento de la imprenta. Los Cromemberg llegaron desde Sevilla y crearon la primera imprenta en México en 1539. Años antes, en 1521 se había creado allí mismo la primera universidad. Al nuevo mundo llegaban numerosos libros de la mano de las órdenes religiosas, como los jesuitas, no sin antes haber sufrido expurgo de manos del Tribunal de la Inquisición de Sevilla. Sin embargo, la prohibición y los tribunales de la inquisición era burlada por los marinos y piratas que introducian libros heréticos y prohibidos en el nuevo mundo.

Es en México donde se crea una de las primeras bibliotecas de mano del Obispo Zumárraga con no menos de 400 volúmenes. El Convento grande de San Francisco contó con casi 17.000. La Biblioteca Mayor de la Universidad de Córdoba en 1767 contaba con 12.148 volúmenes. Pero por encima de todo, de la época colonial destacan dos: La Biblioteca Turriana formada por el Dr. Luis de Torres, ampliada por sus sobrinos y donada finalmente a la Catedral. Sin embargo, muchos libros fueron extraviados o robados y tras la independencia de México, contaba “tan sólo” con unos 10.000 volúmenes que fueron la base de la Biblioteca Nacional de México. La otra, fue la Biblioteca Palafoxiana obra del Obispo de Puebla Juan de Palafox y Mendoza.

wikipedia biblioteca palofaxiana

El obispo Palafox donó su librería personal, compuesta de cinco mil volúmenes ante el notario el 5 de septiembre de 1646, para que fuera consultada por todos aquellos que quisieran estudiar, pues su principal condición fue que estuviera abierta al público y no sólo a eclesiásticos y seminaristas.

Como curiosidad podemos citar el caso de Melchor Pérez de Soto, vecino de Puebla y acusado de poseer libros heréticos. Muerto en la cárcel, tenemos la suerte de poseer su listado gracias a la labor de la Inquisición. Constaba de 1.663 volúmenes de matemáticas, física, astronomía, medicina y fue una de las bibliotecas más completas de la época. Lo curioso es que no era ni noble ni pertenecía al círculo religioso. Melchor, era un albañil con una obsesión voraz por los libros.

Además de México, se introdujo una imprenta en Buenos Aires por parte del virrey Juan José de Vertiz y Salcedo en el año 1780 en la casa de los Niños Expósitos. Su producción fue caudalosa pero muy heterogénea. Sin embargo, el equipo era muy deficiente y el personal que trabajaba en la imprenta, aparte de escaso, con poca práctica y preparación. En 1825 se transformó en Imprenta del Estado, a las que se añadirian en el primer cuarto de siglo una docena más en todo el país.

Por otra parte, la primera imprenta llegó a Cuba en 1723. Santa Fé (Colombia) en 1738, Equador en 1754, Chile en 1780, Montevideo 1810 y Panamá en 1820


Nota: Puedes ver mucho más sobre los Códices Aztecas y los Mayas en lal sección de 'Libros extraordinarios'.

Escribir es un ocio laborioso.
Johann W. Goethe.

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