Los libros usados como parapetos. En la Guerra Civil, en la primera fase de la batalla de Madrid, en noviembre de 1936, el cuartel general de la Brigada Internacional XI, encargada de defender la zona noroeste de la capital, quedó instalado en la recién creada Facultad de Filosofía y Letras, en la Ciudad Universitaria.
Su biblioteca, rica herencia de los jesuitas, se halla en esos terrenos apartados del centro de Madrid, cedidos por el rey Alfonso XIII en su finca de La Moncloa. Incluso cuando empieza el conflicto se decide trasladar allí las joyas ilustradas de la facultad de Derecho, pues se pensó que estarían más seguras alejadas de la urbe.

El frente tomó la facultad piso a piso, la biblioteca, cada despacho y aula, en una encarnizada lucha. En sus memorias, muchos brigadistas cuentan cómo preferían los libros de Cervantes, Kant, Shakespeare o Galdós, ya que eran perfectos para salvarles la vida, por lo grande de los tomos. En otras facultades pasó algo parecido.

En la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla (UCM) se conservan actualmente 35.000 de estos supervivientes. Algunos han sido restaurados de las balas. Otros permanecen como testimonio del horror.


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